sábado, 11 de noviembre de 2017

SIEMPRE REGRESA POR TI - JIM CARDOZO (RELATO)

SIEMPRE REGRESA POR TI
La noche en que Rose llegó a mi casa era lluviosa, pero apenas entró y se sentó en el sofá del salón principal, fue como si el cielo se abriera para dar paso al Apocalipsis. El viento empezó a soplar tan fuerte que hizo que la luz se fuera dos veces. Aunque cuando empezó a contarme lo que le había pasado a Michael Hanks, un conocido del pueblo que trabajaba con su camión transportando insumos, la tormenta comenzó a amainar. 

Yo conocía a Mike de toda la vida, tenía casi treinta años menos que yo, pero siempre lo veía en el bar de Frank, como a casi todos los hombres del pueblo, los sábados en la noche.

- ¿Sabes lo que me contó Mike el otro día? -Preguntó Rose después de que nos hubiéramos acomodado en el sofá.
- No -respondí. 
- Me dijo que el miércoles pasado, mientras iba conduciendo su camión por la carretera principal, una joven estaba haciendo autoestop y él la recogió. Era casi media noche… -se interrumpió y luego preguntó-: ¿Te pasa algo Bob?

Yo debí hacer un gesto extraño, pues Rose detuvo su historia de repente.

- No, es sólo que recordé algo -respondí presurosamente-, pero no es nada.
- Eso espero, hiciste una cara de susto.

En realidad me hizo recordar una historia similar que me había pasado treinta años antes, en el verano del 87.

- Bueno, como te venía diciendo -prosiguió Rose-; me encontré a Mike en el bar de Frank el viernes pasado y me invitó un trago. Ahí fue cuando me contó la historia -se volvió a interrumpir, luego preguntó:- ¿en qué iba?
- En que recogió a una joven en la carretera.
- ¡Ah, sí! -Recordó Rose-. Me dijo que él no suele recoger a nadie en la carretera. Que hoy en día no se puede confiar en nadie, menos en las personas que andan haciendo autoestop.

Mientras Rose decía todo esto, yo comencé a rememorar lo que me había sucedido aquella vez. Ya sabía de qué iba la historia, pero me interesaba saber en qué había terminado.

- Bob, ¿me estás prestando atención? -Preguntó de repente Rose.
- Sí, lo siento -me apresuré a responder-. Es que el frío hace que me dé un poco de somnolencia. Ya sabes, los años no llegan solos… hace dos días cumplí sesenta, recuerda.
- Lo sé -dijo Rose-, por eso estoy aquí. Fred ya casi llega con el pastel y las velas -sonrió cariñosamente.
- Así es. Y se los agradezco mucho, desde que Roxanne falleció no he tenido mucha compañía.

Mi Roxanne falleció hace tres años. Era mayor que yo dos años, llevábamos cuarenta y tres años casados, y aunque yo no podía tener hijos, vivimos una vida feliz hasta que el malnacido cáncer se la llevó.

- No eres el único que la extraña, Bob -dijo Rose con tono afable al notar mi tristeza-, todos aquí la echamos de menos. Tratamos de recordarla siempre en nuestros corazones.

Era verdad, todo el pueblo se había reunido para despedir a Roxanne. Hasta sembraron un árbol en el parque principal en su honor.

- Gracias Rose -le agradecí sinceramente-. Siempre lo tendré presente.
- Pero no es tiempo para tristezas -dijo Rose-, mejor te termino de contar la historia de Mike y así esperamos a que llegue Fred.
- Me parece bien -opiné-, prosigue.
- Bueno -empezó nuevamente Rose-, Mike me dijo que había recogido a la chica porque le pareció un acto de bondad. Que al detener el camión simplemente vio a una muchacha de unos diecinueve años pidiendo un aventón.

Traté de mantener la cara inexpresiva, no quería que Rose se volviera a interrumpir por mi culpa. Además, esperaba que no llegara Fred e interrumpiera la historia.

- Me dijo que le pareció curioso que llevara un vestido negro -continuó Rose-. Aunque por lo demás le pareció normal. Cuando le preguntó hacia dónde se dirigía, ella le contestó que venía para aquí, para este pueblo a visitar a alguien.
- ¿Le dijo a quién venía a ver? -La interrumpí.
- No te adelantes a la historia -espetó Rose-. Mike le permitió subir y le empezó a hacer conversación, pero la chica parecía rehuir a sus preguntas. Dice Mike que simplemente movió la cabeza para afirmar o negar.

En este punto de la historia yo ya no podía seguir ocultando mi expresión de asombro. Todo parecía una réplica de lo que me había pasado.

- Te recuerdo que mientras Mike me contaba su historia estábamos en un bar -resaltó Rose-, y parece que Mike llevaba ya varias copas antes de que yo llegara. Por lo que puede que empezara a agregar e inventar algunas cosas a su historia, para mostrarla algo más asombrosa de lo que realmente fue. Si es que realmente pasó. 

Rose se interrumpió nuevamente y revisó su reloj. Al parecer Fred se estaba retrasando más de lo que esperaba.

- ¿Qué le habrá pasado a Fred? -Preguntó un poco preocupada.
- No te preocupes -le dije-. Debe estar comprándome un regalo especial o algo por el estilo -solté una carcajada que Rose acompañó amablemente-. Pero acaba de contar la historia, quiero saber en qué terminó.
- Sí -convino Rose-. Supuestamente cuando Mike se cansó de que la chica evadiera sus preguntas, encendió la radio del camión, pero esta emitió un sonido como de onda magnética o algo así, y al mover el dial para sintonizar otra emisora, el sonido magnético se intensificó y tuvo que apagar la radio. Podía ver a la chica de reojo y esta en ningún momento se inmutó por el sonido de la radio.

Rose se levantó y dijo de repente: 

- Sacaré una cerveza de la nevera, si no es ninguna molestia.
- Claro que no -la animé-. Tráeme una de paso.

El problema de la radio podía ser más común hace treinta años, pero ahora parecía imposible. Con tantas antenas que sintonizan tantas emisoras basura por todo lado. Sin embargo había vuelto a ocurrir. 

Rose regresó y me entregó una Budweiser al clima. 

- Parece que no las tenías en el congelador -señaló Rose su cerveza-. ¿Eso quiere decir que no nos esperabas realmente?
- Bueno, con esta lluvia pensé que no vendrían -respondí sinceramente. A los sesenta años las mentiras son más bien pocas.
- Ya ves cuánto te queremos -dijo Rose.
- Ya lo veo -contesté. Aunque en lo único que pensaba era en la historia de Mike. Quería saber cómo había terminado todo para él.

En ese momento sonó la puerta. Fred había llegado justo cuando iba a conocer el final de la maldita historia.

- Yo abro -se adelantó Rose y fue a abrir la puerta-, debo reprender a Fred por llegar tan tarde.

Fred entró en el salón mientras le decía a Rose:

- ¿…viste cómo llovía?, parecía que se fuera a acabar el mundo. Además, estaba comprándole esto a nuestro anfitrión -me alcanzó un paquete envuelto en papel de regalo, que a toda vista parecía un libro. Solamente esperaba que no fuera la Biblia-. Es el último libro de George Martin, no el de la saga de Game of Thrones, pero quizás te entretenga mientras el viejito se digna a publicar Vientos de Invierno.
- ¡Fred! -Saludé emotivamente-. Ya nos estábamos preocupando por ti, hasta destapamos un par de cervezas para pasar el trago amargo de tu ausencia.
- Ja, Ja -empezó Fred-, gracioso como siempre el viejo Bob. Iré al coche por el pastel, espero que no se haya estropeado. No tardo -dijo Fred y salió de la casa.

Mientras Fred estaba en el coche, Rose iba a la cocina y sacaba platos y cubiertos para adornar la mesa para el pastel. En una de esas idas y venidas le recordé:

- Debes terminar de contarme lo de Mike.

Justo en ese momento iba entrando Fred y escuchó lo que le decía a Rose, por lo que dijo:

- Ya saben lo de Mike, ¿eh?
- Veo que Mike quiere que todos sepan lo de su extraño encuentro con la chica del camino -intervino Rose-. Pensé que tendría el privilegio de contártela también a ti. Se la estaba contando a Bob cuando llegaste.
- Yo me encontré a Mike el otro día en la oficina de correos -empezó Fred-, y me contó parte de su historia. Al final tuve que invitarlo a un café para que me la terminara de contar. Aunque no pidió café, sino una cerveza, como siempre.

Mientras ellos hablaban, yo pasaba la vista de Rose a Fred y de Fred a Rose. Simplemente quería saber el final de la maldita historia, y esperaba de todo corazón que fueran puros inventos de Mike. 

Rose comenzó a partir el pastel y a servir los platos, mientras me incitaba a soplar las velas y a pedir un deseo. En esos momentos lo único que deseaba era no haberme enterado de la historia de Mike. Después de pedir el deseo, soplar las velas y cantar el feliz cumpleaños, Rose levantó nuevamente los platos y nos puso a cada uno una Budweiser en las manos. Después dijo:

- Fred, permíteme terminar de contarle la historia a Bob. Luego podrás corroborarla con lo que te contó a ti Mike.
- Por supuesto -sentenció Fred.
- Ibas en la parte de la emisora -me adelanté a decir con la mayor concentración posible.
- Gracias -dijo Rose un tanto sorprendida-. Según Mike, después de apagar la radio revisó su reloj y vio que este se había detenido a las doce en punto, pero dijo que el reloj debía de llevar una hora así, pues ya era casi la una de la madrugada, creía que había pasado una hora desde que había recogido a la extraña mujer -Rose miró a Fred, como queriendo corroborar hasta allí la historia-. Dice que justo en ese momento comenzó a sentir mucho calor en la cabina del vehículo, por lo que intentó encender el aire acondicionado, pero este no funcionaba. Parecía que todo se estuviera estropeando allí adentro. Dijo que pensó en detenerse y revisar el vehículo, pero que la presencia de la mujer lo hacía sentir incómodo y lo único que quería era llegar a su destino para que la mujer se bajara, así que siguió adelante.
- La parte que sigue fue la que más me gustó -interrumpió Fred.

Rose lo miró, luego me vio a mí y levantó su cerveza para brindar. Yo como pude levanté mi cerveza. Me sentía petrificado.

- Gracias por tu opinión, Fred -le dijo Rose y continuó-: Mike entonces bajó el vidrio de su ventana para que entrara aire, y en ese momento la mujer bajó bruscamente la cabeza y su cabello le cubrió la cara. Mike solamente la podía ver por el rabillo del ojo, pero pudo percibir perfectamente ese movimiento. “¿Te viste The Ring?”, me preguntó Mike en ese momento, por lo que yo le contesté que sí. “Bueno, la mujer se parecía a la de esa película” me dijo. En ese momento, cuenta Mike, un escalofrío recorrió toda su espina dorsal y empezó a sudar frío. Pero cuando la mujer comenzó a hablar, Mike quedó petrificado. 

Bob ya conocía la historia hasta este punto, solamente cambiaban pequeños detalles, por lo demás era idéntica. Simplemente quería saber el resultado final.

- La mujer tenía un tono tenebrosa -continuó Rose-, que resonaba como si sus cuerdas bucales estuvieran desgarradas. Dice Mike que cuando la recogió en el camino y le dijo que la llevara, tenía una voz como cualquier otra. Pero en ese momento estaba hablando como un espectro de Mordor. Así lo dijo Mike, aunque repito: ya llevaba varios tragos encima.
- Pues a mí me contó casi lo mismo -argumentó Fred-, y parece que no tenía alcohol encima. Aunque con Mike nunca se sabe.
- Mike dice que comenzó a rezar entre dientes -siguió Rose-, que en un momento dado se atrevió a preguntarle “¿qué quieres?”, para lo cual la extraña mujer contestó algo con una voz tan espectral que Mike volvió la cabeza para ver a la mujer mejor. Lo veía a través del cabello con unos ojos inyectados en sangre, además la piel sobre el vestido era tan pálida que parecía estar muerta. Aparte, añadió que empezaba a percibirse un olor asqueroso dentro del camión.
- Espeluznante -aventuró Fred.
- Sí -admitió Rose-. Mike dice que cuando pudo salir del trance y volvió a ver hacia la carretera, el camión se estaba saliendo de la carretera y se precipitaba hacia un árbol, por lo que pisó el freno con ambos pies. El camión se estremeció bruscamente, pero alcanzó a detenerse poco antes de chocar contra el árbol. Dijo que apenas sintió que el vehículo se detuvo del todo, pensó en abrir la puerta del conductor y salir corriendo como alma que lleva el diablo, pero entonces vio de reojo que el asiento de al lado estaba vacío. Cuando se atrevió por fin a volver la cabeza, la puerta del copiloto estaba abierta. No había nadie a su lado.

Rose se interrumpió para beber un trago de cerveza y luego agregó:

- Mike me dijo que metió reversa al vehículo sin importarle que la puerta del copiloto estuviera abierta, y volvió a la carretera. Llegó al pueblo en quince minutos y se encerró en su casa.
- ¿No saben qué fue lo que le respondió la mujer a Mike cuando este le preguntó qué quería? -Intervine por fin. Aunque ya conocía la respuesta.
- No -dijo Rose.
- Sí -contestó Fred al tiempo-. Según Mike, parece que dijo "quiero a Bobbie". Aunque no está seguro.

Solamente Roxanne llamaba Bobbie a Bob. Lo había llamado así desde que comenzaron a salir, pero ahora nadie le llamaba así.

- Una historia escalofriante, ¿eh? -Apuntó Fred.
- Muy -agregó Rose.
- Pero historia, al fin y al cabo -sentenció Fred.

Nadie dijo nada más. Después de dos cervezas, Rose y Fred se marcharon, dejándome sumido en mis pensamientos. Hacía mucho que no pensaba en lo que me había ocurrido aquella noche de 1987. La cual básicamente había sido igual a la que había tenido Mike, solamente que esa vez la mujer no buscaba a otra persona. Siempre había pensado que lo que me había ocurrido aquella vez había sido producto de mi imaginación tras el choque, pero parece ser que lo que viví hace treinta años ocurrió realmente. 

En ese tiempo conducía una camioneta Ford, donde cargaba insumos a distintos pueblos cerca de aquí. La mujer apareció un miércoles a media noche. Después de que pasó una hora de haberla recogido, agachó su cabeza y dijo que venía por mí, con esa voz gutural tan rasgada y terrorífica. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue sacar el camión de la carretera, abrir la puerta y saltar antes de que se estrellara. Todos pensaron que había sido un accidente. Ahora ven que no es así.

Ha esperado treinta años por mí, pero yo sabía en el fondo de mi corazón que volvería algún día para llevarme consigo a su inmortalidad infinita. Varias noches recordaba esos ojos, esa piel mortecina y esa voz de ultratumba. Parece que al fin y al cabo somos presa del destino. Escribo esto dos días después de que Rose y Fred vinieran a celebrar mi cumpleaños número sesenta. Quizás ya no me queda más tiempo. Escucho afuera al viento soplar con fuerza y me vuelve a doler todo el cuerpo, sobre todo el pecho, además de esa estúpida fatiga, y ni hablar de la dificultad para respirar. Aunque todo eso ya no importa. La casa se siente muy vacía sin Roxy, pero debo agradecer poder haber vivido con ella tantos años juntos, ya que cuando tuve aquél accidente llevábamos solamente trece años de casados. Algo suena en el sótano, quizás no es nada, pero por si acaso mejor me voy despidiendo. Si alguien lee esto, quiero que sepa que lo que dijo Michael Hanks fue cierto, yo también lo viví. Esa vez pude escapar, pero esta vez no creo que pueda.



FIN


Jim Cardozo, noviembre de 2017.

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