domingo, 25 de junio de 2017

El sacrificio - Jim Cardozo (Relato)

EL SACRIFICIO


- ¿Ves algo? -Preguntó Dan.
-No -contestó Mike-, sigue caminando.

Llevaban caminando por el túnel un buen rato y a medida que avanzaban, se sentían más desubicados. El camino y las paredes eran de piedra.

- ¿No te parece como si estuviéramos caminando en círculos? –Volvió a preguntar Dan.
- ¿A caso eres un genio para seguir rastros o algo por el estilo? –Respondió enfurecido Mike.
- No, solamente siento que en realidad no avanzamos hacia ningún sitio. Además, tú fuiste el que tuvo la grandiosa idea de bajar por la maldita puerta.

Era verdad, todo comenzó a ir realmente mal cuando Mike decidió seguir bajando. Ya habían llegado al sótano de la casa, que estaba infestado de ratas, cuando Mike dijo que siguieran bajando. Habían llegado a aquella casa abandonada tras los rumores de que allí le había ocurrido algo horrible a los Norton, una familia que por lo que se decía, escondía una historia terrorífica.

Dan y Mike eran amigos desde la infancia, su amistad creció y se mantuvo gracias a los gustos en común que tenían; a los dos les encantaba todo lo que tuviera que ver con el terror. Cuando tenían diez años fueron al cine a ver Los cazafantasmas de Ivan Reitman, fue una película que les hizo mucha gracia, ya que el cometido de los protagonistas consistía en capturar fantasmas, pero al final resultaba ser graciosa la forma en que lo hacían. Años más tarde, cuando tenían dieciséis años, se les ocurrió la magnífica idea de intentar cazar sus propios fantasmas. Y aunque a esa edad, los dos ya sabían que los fantasmas no se podían atrapar, sí sabían que se podían sentir y hasta invocar, para esto tenían la referencia de The Haunting, una película de terror psicológico de los años sesenta, donde un grupo de personas entran en una casa embrujada e intentan contactar a los fantasmas que habitan en ella. Ahora tenían diecinueve años y seguían yendo de noche a lugares donde pudieran sentir alguna experiencia paranormal. 

- ¿Sabes lo que le ocurrió a los Norton realmente? –Preguntó esta vez Mike.
- El padre se volvió loco, decía que en las paredes se escuchaban ruidos extraños que no lo dejaban dormir, luego cogió un rifle calibre veintidós y asesinó a su esposa embarazada y a sus dos hijos, aunque uno intentó poner resistencia y solamente consiguió que no lo matara con el arma, sino que le cortó el cuello con un cuchillo -Dan comenzaba a incomodarse-. ¿Por qué estamos hablando de esto justo ahora?
- Porque me gusta -dijo Mike-. Además, esa no es toda la historia; tiempo después la policía reveló que Louis Norton no se suicidó con el rifle, sino que bajó al sótano, escribió una nota y luego se hizo varios cortes en su cuerpo con el mismo cuchillo con el que había asesinado a su hijo, desangrándose poco a poco. Cuando la policía llegó, estaba cubierto de ratas, eran tantas que no se veía nada de su cuerpo, y únicamente se alejaron cuando un policía hizo un disparo.
- Yo sabía lo de las ratas, pero no lo de la nota – repuso Dan.
- Pocos saben lo de la nota -apunto Mike-, dicen que la policía lo ha ocultado para no tener que dar más explicaciones sobre lo sucedido en la casa.
- ¿Y sabes qué decía la nota? –Preguntó Dan.
- Solamente los rumores que se dicen por ahí. Lo de la nota me lo contó la señora Bowers, le gusta contar historias terroríficas a todo el mundo.
- ¿Y qué te dijo? –Lo apremió Dan.
- Que en la nota estaba escrita la razón por la que Norton había asesinado a su familia –respondió Mike-, pero que no tenía coherencia. Aunque agregó que solamente las personas que estuvieran en la casa de los Norton de noche, entenderían a qué se refería la nota. Así que aquí estamos nosotros.
- ¿Y por qué no tenía coherencia la nota? -Preguntó Dan, que quería suponer que Mike lo estaba tomando del pelo.
- Que las ratas le hablaban en las noches, susurrándole que Nyarlathotep requería de un sacrificio para salvar su alma y la de su familia.
- ¿Nyarlathotep?, ¿el dios lovecraftiano? –Comentó Dan, divertido.
- Así es, parece que la señora Bowers comparte nuestro gusto por lo oscuro y lo misterioso –se burló Mike.

Dan se había detenido de repente, Mike lo supo porque casi se estrella con él. Solamente tenían una linterna y la llevaba Dan.

-Creo que he oído algo –repuso Dan.
- Creo que he sido yo otra vez, no debí comer esos frijoles que nos dio tu madre –se volvió a burlar Mike.
- Cállate y escucha –protestó Dan irritado.

Más adelante había una abertura en la roca, la cual parecía llevarlos a una parte más amplia del túnel por el que iban, de allí salía una pequeña luz. El sonido que se escuchaba sonaba como si un cerdo se estuviera alimentando a lo lejos. Era un sonido repugnante.

- ¿Oyes eso Mike? –Dan se volvió al notar que no le contestaba, pero Mike ya no estaba–. Mike, dónde estás, esto no es gracioso –Dan se estaba asustando de nuevo, la primera vez fue cuando bajaron al sótano de la casa y escucharon a las ratas que se escondían tras ver la luz que proyectaba la linterna.

Dan pensó en regresar por donde habían venido, como ya lo había hecho cuando Mike encontró la puerta misteriosa tras unas tablas sobrepuestas. En realidad, no era una puerta como tal, sino una especie de túnel secreto, el cual no parecía que lo intentasen ocultar demasiado, ya que no les costó mucho hallarlo. ¿O a caso había sido utilizado hacía poco y por eso estaba tan a la vista? Dan no creía que dicho pasadizo hubiese pasado inadvertido por la policía, ¿o sí?

Dan y Mike habían llegado a la conclusión de que el pasadizo secreto se extendía a través de un túnel que se comunicaba con una cueva subterránea. Mike no quería oír ni una sola palabra sobre regresar, y había llamado gallina a Dan por haberse asustado con unos simples ratones, pues al parecer para él esos roedores gigantescos no eran más que unos pequeños ratones de laboratorio. Dan decidió seguir adelante, pues creía que Mike se había hecho el valiente y se había adelantado para descubrir de qué se trataba el extraño sonido. 

A medida que avanzaba Dan se sentía cada vez más asustado, de repente ya no le hacía mucha gracia estar en aquel lugar, ni siquiera todo su gusto por el tema de lo sobrenatural le parecía algo divertido. Ahora sentía como si algo realmente malo fuera a pasar allí. Pero cuando reaccionó y pensó en volver a la casa, un sonido se agudizó a su espalda; procedía del sótano de la casa por donde habían venido. Parecía producido por un centenar de ardillas que se acercaran a gran velocidad.

En ese momento, Dan comprendió que no se trataba de un centenar de ardillas, sino de un millar de ratas del tamaño de ardillas que se dirigían hacia donde él estaba. Sin pensarlo dos veces, Dan salió corriendo en dirección al lugar donde se proyectaba la luz y el sonido extraño que había escuchado antes con Mike. Mientras más se acercaba, más se intensificará el sonido, y aunque no quería saber de qué se trataba, tampoco pretendía quedarse esperando hasta que las ratas lo alcanzaran. El horror fue mayor cuando, al salir al salón de roca abovedado, se encontró con Mike, el cual estaba petrificado delante de una masa llena de pelos que se hallaba sobre un charco de sangre. 

La luz que proyectaba sombras a través del recinto procedía de unas velas que se encontraban sobre túmulos de piedra, lo que le daba a la estancia un aire de lugar sagrado.

Cuando Dan intentó coger del brazo a Mike, este cayó de rodillas. En ese momento Dan observó los cortes en el cuerpo que sobresalían de la ropa de Mike, el cual había sido cortado muchas veces en varias partes del cuerpo con un cuchillo o algo filoso. Mike estaba agonizando, pero no apartaba la mirada de la cosa que se encontraba delante de él.

Dan dirigió su mirada hacia la cosa peluda que estaba observando Mike y quedó paralizado. Esa cosa era la que producía aquél sonido asqueroso. Esa cosa peluda era la madre de las ratas, de donde procedían todos los roedores del mundo. Dan no podía calcular la dimensión de dicho monstruo, solamente podía notar que era tan grande como un elefante. Al observarla mejor, Dan se dio cuenta que la cosa se encontraba devorando a otro ser, que bien podía ser un animal o una persona, ya que todo era vísceras y sangre. Dan estaba como hipnotizado por esa cosa gigantesca y llena de pelos. De repente, su trance se rompió cuando la camada de ratas entró estrepitosamente y llenó la estancia; tanto paredes como piso a su alrededor reproducía el sonido que hacían estos animales. Habían olido la sangre de Mike. En ese momento, la gran madre de las ratas dejó de alimentarse y se volvió hacia Dan, sus ojos eran de un rojo como la sangre, y su hocico puntiagudo dejaba salir unos colmillos laterales como los de un jabalí gigante, el pelo era de color gris. Cuando abrió la boca, si es que se le puede llamar así, coágulos de sangre salpicaron su pelaje y dejaron ver unos dientes puntiagudos que podrían ser los de un tiburón. La gran bestia siseó, un sonido tan repugnante que hizo estremecer a Dan, y esta fue la señal para que el millar de ratas cayera sobre el moribundo Mike. Dan cerró los ojos y apretó los dientes a la espera de su horrible muerte.

Cuando despertó, Dan se encontraba en el sótano de la casa de los Norton; estaba oscuro y olía a rancio. Comenzó a llamar a Mike, pero sabía que no había nadie más en ese lugar. Buscó a tientas su linterna, pero no la encontró. No veía nada a su alrededor, el sótano estaba muy oscuro. Como pudo subió las escaleras del sótano, arriba el día estaba amaneciendo. Habían entrado en la casa a media noche, ahora debían ser las cuatro y media de la mañana. Cuando salió al porche de la casa metió su mano en el bolsillo y notó que tenía un papel, era una nota. Dan la leyó una y otra vez.

-Aquél ser que sirve a Nyarlathotep, nunca muere –repitió Dan en voz alta y salió de la casa.


Jim Cardozo, Junio de 2017.

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